lunes, 12 de marzo de 2012

EXTRACTO DE LIBRO EL FIN DEL MUNDO POSPUESTO HASTA NUEVO AVISO

14 de junio de 1957


 Lo imposible estaba ocurriendo. Desde muchas millas lejos de la costa, se veía el Mar Caribe encendido en llamas. Desde horas de la tarde hasta bien entrada la noche vieron grandes bocanadas de fuego cubriendo una franja de mar en la Bahía de Guayanilla. El viento traía un fuerte olor azufre, percibido tan lejos como en las montañas de Yauco y Maricao. Multitudes se aglomeraron desde la costa hasta la Cordillera para ver el siniestro.
Mujer: ¡El pastor de mi iglesia dice que eso es señal del fin del mundo! ¡La Biblia dice que Dios va a hacer llover fuego y azufre sobre los malvados!
   El azufre, tradicionalmente asociado con el Diablo, llegó a ser parte del ambiente en la franja cañera del sur y en las aguas cercanas a la Bahía de San Juan. Azufre en el mar, azufre en el aire. El fuego en el Mar Caribe marcó un cambio en la vida costanera, Para muchos, un misterio, para otros, señal del fin del mundo.

Enero 1963


   El informe del tiempo no había anunciado lluvia. De hecho, el día estaba soleado y la temperatura iba rondaba los 82 grados en Guayanilla y pueblos cercanos. El repentino cielo gris no era el cielo gris propio de los días nublados. No eran nubes de lluvia, era un raro cielo gris, una especie de tenue neblina gris. Comenzó a caer una lluvia fina, con un agua caliente. El aguacero duró alrededor de un minuto, recordando una escena de una novela. Al finalizar el aguacero, quedaban las ventanas de metal y los autos teñidos de un color amarillento. Una frase se escuchó en los barrios entre Guayanilla y Peñuelas. Este sitio huele a azufre.
  El extraño aguacero, el color amarillento y el olor a azufre se repetían constantemente en una zona donde la precipitación pluvial no pasa de 29 pulgadas al año. Las comunidades más afectadas eran los barrios entre Guayanilla y Peñuelas y entre Peñuelas y Ponce. En los pueblos en medio de estos puntos no se sentían los aguaceros de un minuto. Ante el misterioso evento, católicos organizaban rosarios, protestantes hacían cultos para pedir la ayuda de Dios ante lo que sospechaban pudiera ser obra del Diablo, debido al fuerte olor a azufre posterior a los aguaceros.

   Esas raras lluvias llegaron a ser tan frecuentes que la gente llegó a acostumbrarse. El misterio de los aguaceros de un minuto quedará resuelto al final de este libro. Mientras tanto, acostúmbrese usted a ver la mención de dichos aguaceros en esta historia.

Myriam: Eh don Sanitario, hacía tiempo que no lo veía.
Sanidad: Estaba por aquí revisando un negocio para unos permisos, y aproveché para venir a saludarte.
Myriam: Menos mal, yo pensaba que venía a culparme por los aguaceros de agua caliente que apestan a azufre.
Sanidad: Los protestantes dicen que esa lluvia y el olor a azufre son señal de la presencia del Diablo.
Myriam: Eso no es verdad. Ahora mismo usted está aquí, y no está lloviendo agua caliente ni hay olor a azufre.

   Los lectores de este libro serán los primeros en conocer la verdad sobre esos misterios.  Busque el enlace a EL FIN DEL MUNDO, POSPUESTO HASTA NUEVO AVISO. 

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